Erick Castillo
Café con letras 2 de Julio
Arpegios de reminiscencias andaluzas, vientos prehispánicos, cajón flamenco y un contrabajo con espíritu de jazz abrieron la velada de Café con letras en el Museo de la Ciudad. Ellos son Mexkla, y haciendo honor a su nombre encuentran su voz en la fusión de géneros musicales que van desde el rock indígena, el free jazz, el ambient, el funk, hasta las sonoridades progresivas y los ritmos africanos.
Sin prejuicios musicales la agrupación nos regaló más de media hora de improvisaciones arriesgadas, riffs ácidos y secuencias que se construyeron incorporando sutilmente instrumentos a las bases rítmicas sugeridas por el contrabajo y la guitarra. Por momentos, la dodecafonía llevada a sus últimas consecuencias con un saxofón brillante envolvió por completo el salón de bóveda de aristas del recinto. En el escenario Mexkla dejó en claro que la música se forma de tensión y distensión, además, demostró que la música es una sola, tiene doce notas, y sus límites y géneros son ilusorios.
A pesar de algunas protestas del público por el final de la participación de los músicos, el ambiente quedó propicio para la poesía. Con el oído bien afinado y los demás sentidos estimulados por la marea sonora, recibimos a los poetas invitados a leer su magia en esta tarde-noche de arte en el ex convento de las Capuchinas hoy conocido como Museo de la Ciudad.
Gustavo Íñiguez y Leticia Cortés decidieron leer sus poemas de forma alternada, como una suerte de mano a mano donde lo más sagrado siempre fue la palabra. De estilos y temáticas distintas los jóvenes poetas escenificaron una danza literaria con giros inesperados, pasos dobles, versos subversivos, gestos mutilados, frases sugerentes, demonios y sueños atrapados en la tinta.
La poesía de Gustavo es de tono profético, con aires de parábola bíblica relata El camino, la historia secreta. Él nos recomienda: Estar atentos a la magia/ No es instante sino instinto/ Si tropiezo con el fruto bebo el producto de su fermento. El poeta también asegura traer flores de albahaca hasta el poema y presume tener la formula necesaria para escuchar luz.
Leticia vive en el seno del dolor, conoce sus formas, olores, rostros y descansa la cabeza cansada en el hombro de la angustia y la muerte. Cada dolor tiene su sitio/ El tener alas no te salva de la muerte/ Vino la enfermedad como animal embravecido. Con ella confirmamos que hay eventos que marcan nuestra vida, puntos de giro en nuestra existencia que nunca nos permiten volver a ser lo que fuimos: La historia me cortó de tajo y me dejo sin mí./ Dentro de mí la muerte esperaba/ Eres un ángel con el alma inquieta, eres un demonio. Los versos son carbones ardiendo para atizar la hoguera de la vida: La casa arde…
Entre versos, café y acordes la noche se nos vino encima, la noche con sus tenazas de alacrán presagiaba uno de los últimos versos pronunciados. Una ojeada despistada al reloj atisbó las 10:07pm, la rifa de discos y libros se llevó a cabo de forma ágil, y cada quien buscó la salida del histórico inmueble. Afuera la ciudad parecía fría y desolada, sin embargo, dentro de nosotros una especie de calor poético nos acompañó el camino de regreso a casa.
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